Entre sabores y tradición: Un recorrido por el   Mercado campesino de Villa de Leyva, espacio de resistencia 

Villa de Leyva, declarada Monumento Nacional en 1954, es un destino que atrae turistas nacionales e internacionales con una oferta variada de actividades. Desde parques temáticos, experiencias con su riqueza natural y recorridos históricos, esta encantadora Villa se presenta como un espacio inspirador donde la hospitalidad es protagonista. Sus calles empedradas, su inmensa plaza central y su clima acogedor invitan a recorrerla con calma, disfrutando del contacto con su gente y su gastronomía.  

Avisos de locales y restaurantes cerca de la terminal de Villa de Leyva
Desde el departamento de Santander, vallas rojas anuncian una dulce promesa: arándanos en todas sus presentaciones.

Caminar por sus callejuelas es sumergirse en una atmósfera serena que, con la llegada de la tarde, se torna más bullosa y volcada a los caprichos del forastero. En muchos locales se anuncia las bondades de sus platos y bebidas, así se percibe el orgullo por la cultura culinaria cundiboyacense, desde un helado de feijoa o arándanos hasta tamal o una tradicional sopa de mazamorra chiquita. Aquí, los sabores y aromas se integran en una experiencia sensorial inolvidable.  

Puestera pesando moras.
Joven pareja moliendo para hacer chucula (cacao, granos, panela, canela y clavos).

Para muchos, de la vista nace el amor; en este caso, el amor hacia un mercado es multisensorial: olor, sabor y texturas. Sin temor a equivocaciones, el mercado campesino de Villa de Leyva es un templo gastronómico y un espacio de intercambio donde los sabores se preservan con autenticidad. El mejor sitio para entender la riqueza del territorio, la transparencia de la hospitalidad, pujanza y honestidad campesina. Cada sábado, este mercado se convierte en un punto de encuentro entre productores y consumidores, reduciendo intermediarios y garantizando precios justos.  
Cuando el sol apenas despuntaba, a pasos de las carpas y toldos escucho la respuesta a mi consulta: “Esta cuajada es de hoy, sumerce”, dice una mujer de manos ágiles, afirmando 3 unidades de libra en un translúcido tanque.

Más allá, un joven sostiene medio racimo de plátanos pintón, asegurando en tranquilo susurro que su sabor no tiene comparación. Pasadas las 9:00 am, concurren visitantes cotidianos saludando con familiaridad. Me adentré a una cancha cubierta y estaban géneros de segunda mano y artesanías. En otro ángulo un par de jóvenes turistas con cámara escuchan atentamente a un puestero que explica la diferencia entre las variedades y calidades de la fresa, mientras una pareja de ancianos regatea con paciencia arvejas que ahí mismo se desgranan.

Las arvejas recién desvainadas.
Bultitos de fresas, opciones para todos los gustos y bolsillos.

El mercado campesino ofrece productos frescos y de temporada, se deleitan los mejores platillos, pero además seguir en pie pese a diversos obstáculos es una forma de resistencia, sobre todo en un concurrido pueblo donde las operaciones comerciales están repartidas en otros formatos masivos y acecha la gentrificación gastronómica1. Visitar este mercado campesino es la excusa perfecta, la situación ideal para ser testigo de la disponibilidad y el acceso a comida local, sana y fresca.

picada típica
Picada típica.

Durante mi visita, encontré moras a precios accesibles, higos de una higuera traída de Israel, amasijos tradicionales como mogollas, almojábanas y mantecadas. La experiencia se complementa con cocinas que ofertaban: caldos, sopas, mutes, picadas y bebidas frescas, conformando un verdadero festín para el paladar. Yo entre tantas ollas elegí un mondongo, pero en la siguiente ocasión me decidí por un contundente cuchuco de maíz con espinazo de cerdo.

Tuve curiosidad por el cocido boyacense símbolo de plato mestizo, pero no lo escuché dentro de las opciones. Y precisamente La transformación del cocido boyacense tuvo lugar en Villa de Leyva, este plato de origen decimonónico constituye un referente gastronómico en el altiplano cundiboyacense, generalmente su preparación contiene: carne de cerdo/res, hibias, cominos, chuguas y los cubios, acompañados de salsa criolla, arvejas, mazorca y ajo.

“Lo que más me gustó es que ese mercado se presenta sin secretos, sin trampa al turista: honesto, auténtico y rico.”

Higo en mano, sonrisa al alma. La joven vendedora me contó que estos higos son resultado de unas semillas traídas desde Israel. Un kilo cuesta $10,000.

Cada vez que viajo, me reto a ir ligera de equipaje, pero si visito un mercado, siempre regreso cargada de tesoros. En esta oportunidad el antojo derivó en 1 kilo del mencionado higo, una bolsita de chicharrón toteado, cuajada, docena de arepas, chucula, polen y miel.  Qué más da, siempre sucumbo a la frescura de las frutas, la textura de algún queso y el crujir de un chicharrón: pequeños placeres suplidos. Mi retorno estuvo más pesado, aún humeante y con un velo aromático reconfortante. Lo que más me gustó es que ese mercado se presenta sin secretos, sin trampa al turista: honesto, auténtico y rico. 


1.Villa de Leyva “La ciudad madre” Pueblo Patrimonio desde 2010, es uno de los 17 pueblos colombianos declarados “bien de interés cultural a nivel nacional” por el Ministerio de Turismo y Cultura. 
2. La fuerte identidad cultural que tienen estos pequeños tubérculos andinos para los agricultores de la ha sido un factor determinante para incrementar la conservación de la agrodiversidad. 

“Cada vez que viajo, me reto a ir ligera de equipaje, pero si visito un mercado, siempre regreso cargada de tesoros culinarios.”

En un mundo donde la producción de alimentos está cada vez más industrializada y dominada por grandes corporaciones, optar por mercados locales significa apoyar la economía campesina. Visitar un mercado va más allá de comprar hortalizas, flores o disfrutar de un almuerzo típico; es un acto de conexión con nuestras raíces gastronómicas, una forma de reconciliarnos con la alimentación tradicional y de valorar el trabajo de quienes cultivan y producen nuestros alimentos. 

Muestrario de la frescura que caracteriza a los productos locales.
Galletas.

El mercado campesino de Villa de Leyva, con su dinámica de comercio directo, promueve la soberanía alimentaria y la inclusión de pequeños agroproductores. Aquí, los sabores se convierten en historias vivas de esfuerzo y tradición. La compra de productos frescos y de calidad no solo beneficia los bolsillos y la salud, además contribuye a la sostenibilidad del planeta y al bienestar de quienes trabajan la tierra. 

Y el ejemplo más palpable es el de Mariela o Esperanza que encuentran en el mercado campesino de Villa la mejor opción para vender los amasijos (arepas, almojábanas y mantecadas) que produce con su familia en Arcabuco, Boyacá porque de otra manera, como pasó en la dura época de confinamiento del 2020, no les quedaba más remedio que vender sus insumos a las empresas de lácteos que llegan al pueblo,  sin producir nada, el único medio de rebuscarse era vender la leche y uno que otro quesito a los grandes (grandes industrias) esas que pagan barato, eso porque es imposible pensar en votar un recurso.

Pese al panorama encantador del mercado, se revelan ciertos problemas. En noviembre de 2022, la Asociación de Productores de Villa de Leyva (ASOPROCVILLA), conocida como Mercado Campesino Alternativo, hizo un llamado público ante la falta de claridad sobre el proyecto de construcción de una nueva plaza de mercado. En ese momento, denunciaron la ausencia de un plan estratégico por parte de la administración municipal para reubicar a los comerciantes de manera digna y adecuada. La comunidad mostró su respaldo al comunicado, exigiendo transparencia y respeto hacia los mercaderes tradicionales y campesinos.
A tres años de esa denuncia, la situación sigue generando preguntas. Por lo visto a lo que va de 2025 el proyecto no ha avanzado, se han mantenido tensiones respecto al diálogo entre la administración y los comerciantes. Algunos miembros de ASOPROCVILLA han señalado que, si bien se lograron algunos acuerdos básicos, los problemas logísticos y de infraestructura persisten, afectando la operatividad del mercado. Otros, en defensa del trabajo destacan en comentario de redes que el mercado sigue siendo un símbolo de unidad comunitaria, funcionando gracias al esfuerzo de sus integrantes. 

Con la situación coyuntural parece que el mercado y su lógica sabatina es una heroica labor donde se protege el derecho al trabajo además de asegurar la alimentación de la comunidad. El Mercado Campesino sabatino y el mercado campesino alternativo de Villa de Leyva son espacios de resistencia y comunidad, pero su futuro sigue marcado por la incertidumbre. A pesar de los acuerdos alcanzados, la falta de avances en el proyecto de reubicación y las deficiencias en infraestructura afectan tanto a comerciantes como a compradores. La falta de claridad en la planificación y el diálogo con la administración municipal ponen en riesgo la estabilidad del mercado y la preservación de una tradición esencial para la identidad local. Mientras la comunidad continúa exigiendo soluciones, el mercado persiste, demostrando que su verdadero motor es el esfuerzo colectivo de quienes lo hacen posible. El caso en general evidencia la importancia de integrar a las comunidades en la planificación ¿Será 2025 el año en que se resuelvan los pendientes de este importante proyecto? La comunidad está atenta.

Un mercado de picardías

Los mercados son el alma de un pueblo: allí convergen historias, saberes y sabores que definen una identidad. Pero más allá de los productos de la canasta familiar, también encontramos expresiones culturales que nos hablan de la esencia de la comunidad. En medio de los puestos, del ir y venir de compradores, aparecen personajes que, con su ingenio y talento, nos recuerdan que el mercado no es solo un espacio de intercambio comercial, sino también un escenario donde florece la picardía y el folclor popular.

“En medio de canastos de frutas y montones de hortalizas, también se venden palabras e historias”

Pedro A. Alvarado

“El poeta del pueblo”

Uno de esos personajes es Pedro Alvarado “el poeta del pueblo”. Con gracia y orgullo, ofrece sus obras a quienes recorren el mercado, compartiendo la historia de su vida y su pasión por la poesía. Aprendió a hacer coplas desde niño, con un talento que brotaba de manera espontánea. Durante su servicio militar, improvisaba versos para sus superiores y compañeros, y más tarde, tras un accidente que lo dejó hospitalizado por más de un año, encontró en la poesía un refugio y un medio para alegrar a médicos y enfermeras. Su ingenio lo convirtió en un trovador capaz de componer sobre cualquier tema con una facilidad asombrosa.

En medio de canastos de frutas y montones de hortalizas, también se venden palabras e historias. En este mercado campesino de Villa de Leyva, Pedro nos brinda una ventana a la idiosincrasia de Sutamarchán, su pueblo natal, famoso por su longaniza y por el carácter alegre y pícaro de su gente. Su poesía es un reflejo de esa vida cotidiana, de los campesinos que aman la tierra, del humor sencillo, pero ingenioso que da identidad a la región. Como él, hay muchos otros folcloristas que aprovechan la oportunidad para compartir su arte con quienes aprecian el ingenio popular.

Créditos del texto Poesía, Humor y Picardía de Pedro A. Alvarado.

El mercado también es una atmósfera donde se encuentran esos pequeños detalles que evocan la tradición. En una esquina siempre hay un camión de flores, con arreglos frescos que dan un toque especial a los hogares o da opciones para los deudos que desean visitar sus difuntos. Tampoco faltan los clásicos calendarios de inicio de año: el Bristol, el Piel Roja, esos almanaques que durante generaciones han acompañado la vida cotidiana de los colombianos. Son elementos que, aunque sencillos, forman parte del encanto del mercado, un lugar donde conviven la cultura, la historia y la autenticidad de un pueblo.

Este espacio, más allá de sus desafíos logísticos y la espera de una infraestructura digna, sigue latiendo cada sábado como símbolo de identidad, resistencia y comunidad. En él, cada alimento tiene un origen, cada vendedor tiene una historia y cada bocado es una invitación a recordar y valorar lo esencial: el vínculo entre la tierra, la cultura y la gente.  

Un tip extra…

Si por cuestiones de logística no puedes visitar el mercado un sábado, no te preocupes. Te animo a recorrer la vía a Arcabuco (Calle 3 Cra 8- 44) en la Panadería y cafetería El Encanto en ella encontrarás una variedad de amasijos, quesos y otras delicias típicas de la región. Es el lugar perfecto para quienes desean llevarse un auténtico pedazo de Boyacá o sorprender a alguien con sabores tradicionales. O simplemente disfrutar unas onces en un ambiente acogedor. 

Panadería y cafetería El Encanto (Arcabuco)
Panadería y cafetería El Encanto (Arcabuco)

BIBLIOGRAFÍA

FONTUR. (s.f.). Guía: Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia. Fondo Nacional de Turismo.

Revista Semana. (2018, agosto). Villa de Leyva. Destino de talla mundial. Especial Boyacá.

Alvarado, P. Poesía, humor y picardía (Vol. II).

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